miércoles, 15 de diciembre de 2010

Toda una vida esperando vivir

Fue un lupus eritomatoso, una enfermedad autoinmune la que le afectó de forma grave al riñón. Tan solo tenía 14 años. Una niña enferma que sin apenas cumplir los 16 ya conoció la 'libertad condicional' de estar atada a una máquina de diálisis la mitad de la semana durante varias horas. Una adolescencia ligada al cansancio, al malestar, a un futuro incierto. Pilar Valles Buey vio ya entonces un único camino hacia la emancipación, la del trasplante renal, y llegó. Tenía 21 años y todas las ganas de vivir.
Superó un rechazo agudo a los tres días del trasplante en el madrileño hospital Ramón y Cajal. Pese a que el injerto no fue bien -fue la historia «de un rechazo crónico»- «la generosidad» de alguna familia que donó los órganos de algún ser querido regaló doce años de vida libre a Pilar, un «inconmensurable valor altruista».
Sacó su vida adelante en estos años, pese a los tratamientos agresivos para afrontar el ataque de su cuerpo hacia el órgano que se negaba a adaptarse. Pilar logró su sueño: estudiar y convertirse en enfermera. Voluntad y ganas, frente a dificultades. Le atraía una vida de ayuda a los demás.
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